Título original: Hana Yori Mo Naho
Título internacional: Hana. The Tale of a Reluctant Samurai
Año de Producción: 2004
Director: Hirokazu Kore-Eda
Guión: Hirokazu Kore-Eda
Interpretes: Junichi Okada (Sozaemon), Rie Miyazawa (Osae), Arate Furuta (Sadashiro), Jun Kunimura (Isekan), Katsuo Nakamura (Shigehachi), Tadanobu Asano (Jubei Kanazawa), Yoshio Harada (Junai Onodera), Teruyuki Kagawa (Jirozaemon Hirano), Tomoko Tabata (Onobu), Yui Natsukawa (Orio), Ryuhei Ueshima (Otokichi), Yuichi Kimura (Magosaburo), Seiji Chihara (Tomekichi), Ryô Kase (Shodekichi)
Duración: 127 minutos
Ratio de pantalla: 1.85:1
Color
Hana ha sido editada en España por Manga Films
Hana tiene todos los ingredientes que un fan del género chambara demanda para pasar una tarde entretenida: Un director de reconocido prestigio internacional, Hirokazu Kore-Eda. Un guión acorde cuya sinopsis nos recuerda a lo mejor del cine de samuráis; el protagonista debe retar en duelo y eliminar al responsable de la muerte de su padre, tras lo cual recibirá un estipendio de 100 ryos que le permitirá vivir holgadamente el resto de su vida. Y por último un plantel de actores reconocidos y reconocibles, entre los que destaca Tadanobu Asano, actor de carácter que ha paseado su buen hacer con el sable en películas chambara de gran prestigio como Gohatto (de Nagisha Oshima) o Zatoichi (de Takeshi Kitano, 2003). Con estos ingredientes, ¿Qué puede fallar?
Las películas de samuráis se engloban en el género jidaigeki, o dramas de época. Sin embargo, se acuñó el término kengeki para definir a las películas de acción con samuráis. Este término cambió con el tiempo y se acabó empleando el más coloquial chambara (de las onomatopeyas chan-chan, sonido de sables chocando y bara-bara, sonido de la carne al ser cortada). Hana no es un chambara, no hay ninguna secuencia en la película que justifique su definición como tal, salvo el que aparezcan samuráis y porten sables. Y tampoco es un jidaigeki al uso. Como drama de época falla en la reconstrucción histórica de los hechos que presenta. Esta película se puede considerar como uno de los mejores ejemplos de una tendencia que ha surgido en las últimas décadas en el cine japonés y es, la de plantear historias en la Era Tokugawa, con personajes con una idiosincrasia moderna y con inquietudes alejadas de la época que se recrea. Otro representante de esta tendencia sería la trilogía de samuráis de Yoji Yamada (Twilight Samurai, The Hidden Blade, Love & Honor), en cuyo tercer título aparece incluso la palabra amor, vocablo importado de occidente. Así es, Japón no tuvo un periodo romántico como Europa y en la cultura medieval japonesa no existía un término para definir este sentimiento. Si se quiere comprobar cómo era la mentalidad del Japón feudal recomiendo leer el manga Historias Curiosas de Samuráis de Hiroshi Hirata.
Un director de prestigio:
El artífice de Hana es Hirokazu Kore-Eda. Graduado en la Universidad de Waseda, su intención original era convertirse en novelista, pero en cambio, se dedicó al cine. Tras comenzar una carrera como asistente de dirección de documentales, finalmente salta a la ficción en 1991, con Maboroshi No Hikari, que ganaría el máximo galardón del festival de cine de Toronto. El autor que se dio a conocer internacionalmente gracias a la película Nadie Sabe (Dare Mo Shiranai, 2004), que fue nominada en el prestigioso festival de Cannes. Tras lo cual se convirtió en un referente para festivales internacionales como avalan los 31 galardones y 29 nominaciones que el conjunto de su obra ha obtenido hasta el presente. De hecho, Hana estuvo presente en las secciones oficiales de diversos festivales internacionales de cine: Toronto, San Sebastián, Pusan, Vancouver, Hong Kong, Atenas o Londres.
El grueso de la filmografía de Hirokazu Kore-Eda, salvo Hana que está ambientada en un contexto feudal, tiene lugar en el Japón moderno y salvo algunas excepciones, como la película fantástica After Life (Wandafuru Raifu, 1998), suelen ser dramas sobre las preocupaciones de gente corriente en torno a la memoria, la muerte y asumir la pérdida.
Una comedia de época:
Hana trata de un joven samurái, llamado Sozaemon, que parte a Edo para buscar al hombre que mató a su padre con el objetivo de cobrar la recompensa que ofrece su clan. Cuando comienza la película, Sozaemon ha pasado un año buscando infructuosamente y vive en una barriada pobre de la periferia. Allí sobrevive a base de impartir clases de escritura a los lugareños. Durante este comienzo veremos que su afán de venganza se ha enfriado y en cierta forma, disfruta de su nueva forma de vida.
Aunque la película se centra sobre todo en el protagonista, la historia que se cuenta es coral, ya que se retrata el microcosmos del barrio y los diferentes vecinos. Así la historia se va contando a base de mostrar las relaciones de Sozaemon con el resto de personajes que pueblan el barrio, dando lugar a situaciones tanto cómicas como dramáticas. De hecho, su estructura es muy similar al de La Balada de Narayama de Shoei Imamura (Narayama Bushiko, 1983), incluyendo el empleo del humor de trazo grueso a lo largo del metraje. Así, veremos desfilar entre sus personajes a un ronin que anualmente trata de hacerse el seppuku con su sable de bambú, al tontorrón del barrio que no entiende que de la mierda salgan pasteles (chiste recurrente de la película, se venden los excrementos de la letrina como abono para pagar los pasteles del festival de año nuevo), a dos recolectores de basura, hombre y mujer, que acabarán enamorándose y juntando sus familias, etc. Sin embargo, uno de los detalles más graciosos y a la vez más criticados por gente que no conoce el trasfondo histórico de la broma, es ver a un conjunto de samuráis pertenecientes a los 47 Ronin escondiéndose en la misma barriada que Sozaemon. Si conoces la historia de Chushingura, ver a estos samuráis haciendo los preparativos para atacar al daymio Kira Yoshinaka, envueltos en un aura de nerviosismo y paranoia son lo mejor de la película. Empero, si no sabes de qué hablan o no eres capaz de deducirlo, puede provocar incluso rechazo (he visto críticas que dicen que esta parte de la película está poco desarrollada porque no se entiende qué pintan estos guerreros haciendo preparativos, cuando en Japón sobran las explicaciones porque es un hecho histórico conocido por todos).
Así, la película avanza con Sozaemon viviendo el día a día en un entorno muy pobre económicamente, pero muy rico en relaciones humanas. De hecho, la película girará en torno a un problema moral: ¿Debo llevar a cabo la venganza que se espera satisfaga por ser un samurái, o es mejor vivir la vida disfrutando de cada momento? Cuando Sozaemon encuentra, por fin, al asesino de su padre, las cosas se ponen incluso peor desde un punto de vista moral. El abyecto objeto de su venganza trabaja de estibador y tiene a su cargo una esposa y un hijo, que encima es amigo del vástago de la viuda de la que Sozaemon está enamorado. Así, durante la película veremos al protagonista dudar sobre qué debe hacer. Finalmente, urdirá una trama junto con el resto de los habitantes del barrio y cobrará la recompensa sin necesidad de matar a nadie, solucionando los problemas económicos de sus amigos y perdonará al asesino de su padre con el que mantendrá buenas relaciones.
Hirokazu Kore-Eda construye la película como una fábula. En lugar de ceñirse al contexto histórico que muestra, introduce la forma de pensar contemporánea en su película y realiza una serie de consideraciones:
-Se debe olvidar el pensamiento feudal (el mismo que, entre otras cosas, provocó la adhesión de Japón a la Segunda Guerra Mundial) y construir un futuro en que todos podamos ser felices respetándonos los unos a los otros.
-La vida hay que vivirla con optimismo y no perder la esperanza de salir adelante (ilustrada por el momento en que después del suceso de los 47 Ronin, los del barrio sacan una línea de pastelitos basadas en el suceso).
-Lo importante son las personas.
-Vivir de las apariencias es malo (esto se muestra cuando Sozaemon regresa a casa por el aniversario de la muerte de su padre y descubre que su familia, de la que apenas recibe dinero, ha creado una imagen de respetabilidad diciendo que le mandan mensualmente una asignación alta para cumplir su cometido).
Valoración de la película:
Hana es una película vitalista que versa sobre la alegría de vivir y de esforzarse por conseguir que todos sean felices. Aunque a simple vista parezca una película de samuráis al uso, está completamente alejada del concepto de chambara. Solo contiene una escena en la que haya una pelea propiamente dicha y es una en la que el protagonista recibe una paliza por parte del pendenciero del barrio. Estamos ante una comedia con algún momento de drama, pensada para ser ligera.
Hana es entretenida y posee momentos muy buenos (un ejemplo, la escena en la que hacen una representación callejera de una venganza que unos samurái confunden con un hecho real y el protagonista tiene que huir para salvar la vida), pero tiene un lastre muy grande que es su larga duración. Está claro que para ser más redonda deberían haber reducido metraje. En concreto, presenta una clara pérdida de ritmo a partir de su segunda mitad, cuando la historia de Sozaemon pasa a segundo plano y se desarrolla la historia de Shodekichi. Encima, este personaje está prácticamente ausente la primera mitad de película y solo tiene relevancia cuando humilla a Sozaemon al darle una paliza delante de todos. Se nos presenta como un personaje desagradable, que contrasta con el resto, que son muy positivos dentro de sus fallos, y cuando ya nos habíamos olvidado de él, la película se centra en su historia personal, retrasándonos el llegar al desenlace que estamos esperando. Una lástima, porque si estos problemas los hubieran solventado en la sala de montaje la película sería mejor.
Otro punto curioso es ver como desaprovechan a Tadanobu Asano, actor de prestigio en Japón, que aquí, salvo dos escenas en las que aporta una aureola amenazadora, está desaparecido casi todo el metraje.
Personalmente, la forma en la que el mensaje final de la película está plasmado no me convence. Veamos, la barriada pobre en la que vive Sozaemon está bajo la amenaza de desaparecer debido a que su casero va a echar a final de año a todos sus inquilinos para construir un barrio residencial más lujoso. Para el casero mantener esas casas viejas es un mal negocio porque a pesar de las bajas rentas, casi ninguno de sus usuarios consigue pagar el alquiler. Sozaemon conseguirá pagar la deuda de todos ellos con los 100 ryos que consigue tras cobrar la recompensa por su venganza. Además, como parte de los 47 ronin vivieron allí, el casero abre una atracción mostrando el sitio donde tenían sus reuniones (una forma de actuar por parte del casero muy moderna). La idea está bien, pero no me termina de convencer, porque Sozaemon resuelve los problemas inmediatos del barrio, pero no el problema de base. ¿Quién nos dice que en un año no volverán a estar endeudados todos los pobretones que viven en la barriada? Cierto es que a partir del suceso de los 47 Ronin todos parecen vivir una alegre epifanía y se comprometen a mejorar su situación echándole ingenio, comercializando una línea de pasteles 47 Ronin, pero quitando esto, la situación no ha cambiado radicalmente.
En líneas generales es una de las películas más flojas de Hirokazu Kore-Eda. Aunque en su momento se agradeció que el director demostrase que sabía hacer comedia (sus primeras películas, Maboroshi y Nadie Sabe, eran dramones con todas las de la ley). Parece que el director está más cómodo en un contexto urbano que de época, en parte porque permite a sus actores improvisar y eso es más fácil de hacer cuando se está en un entorno más cercano. Sea como fuere, Hana no es mala película, pero no es redonda, por lo que recomiendo probar con otras obras del director.
Amantes del chambara, esta no es vuestra película. Para los amantes de la recreación histórica tampoco es recomendable. Hana es una fábula, trata de asuntos del presente presentando un entorno feudal. Película simpática que se disfruta y se olvida sin más. Para pasar una tarde entretenido.
Realizado por Germán Cercós Blasco, Santander, Noviembre 2013